Recordación de Rubén Lapolla, maestro tipógrafo e impresor.

Por Ariel Fleischer

 

El 4 de febrero, a los 88 años, murió Rubén Lapolla, tipógrafo, impresor y hacedor de libros de bibliófilo. Había nacido en Buenos Aires en 1933. Descendiente de italianos pasó su infancia en Necochea para ingresar, a los 12 años, a la Escuela de Artes y Oficios Pío IX. Allí se recibió a los 17 años de Oficial Tipógrafo.

Inició su trabajo en la imprenta de la Policía Federal, cuyo local era el mismo que el de la histórica revista Caras y Caretas. Cambió varias veces de taller hasta que abrió uno propio en Villa Domínico, donde trabajó imprimiendo “comerciales” pero también libros para las editoriales Goncourt y Fariña. José Iaquinandi, editor vinculado a Sudamericana y a la Compañía General Fabril Financiera, lo vinculó con el taller de Francisco Colombo. Allí trabajó componiendo a mano varios libros con tipografía y, con el paso de los años, también se encargó de imprimirlos, comenzando así su consagración al libro de arte.

Trabajar en el taller de Colombo le permitió conocer a escritores y artistas de la vieja época en la que publicar un libro en esas prensas era motivo del mayor orgullo. Se vinculó entonces con el poeta Ricardo Molinari, con los grabadores Adolfo Bellocq, Enrique Fernández Chelo y muchos otros con quienes trabó amistad. Pero su referente y amigo, con quien compartió el oficio por más de tres décadas, fue el bibliófilo Samuel César Palui. A través de él, y en el taller de Colombo, compuso e imprimió los libros de la Sociedad de Bibliófilos Argentinos entre 1972 y 1980, y de allí en adelante, hasta 2003 (con excepción de dos ediciones), en su propio taller, Artesanías Gráficas. También junto a Palui y a Ernesto Lowenstein, amigo y mecenas, fundó el sello Dos Amigos para el que imprimió algunos de los más destacados libros de su taller.

A su vez, participó de otros emprendimientos editoriales de bibliofilia: las Ediciones Balcón al Parque, junto al bibliófilo Miguel Dolan, y las contemporáneas Ediciones Kalos y Ediciones Pluma y Arte.

La labor tipográfica de Lapolla reúne un conjunto de más de doscientas plaquetas y libros de bibliófilo publicados desde 1971 hasta su muerte. Por sus prensas pasaron poemas de Ricardo Molinari, Pablo Neruda, Oliverio Girondo, Edgar Allan Poe, Braulio Arenas, Paul Valéry o cuentos de Jorge Luis Borges, Roberto Arlt, Horacio Quiroga, Adolfo Bioy Casares, Gabriel García Márquez o Leopoldo Lugones. Estos autores fueron engalanados con impresiones de estilo simple y elegante y con estupendas ilustraciones originales de grandes artistas argentinos como Gabriela Aberastury, Raúl Russo, Aída Carballo, Alicia Scavino, Melgarejo Muñoz o Eduardo Iglesias Brickles, por citar solo unos pocos.

Las obras impresas por Lapolla se destacan en varios sentidos y cumplen con rigor las más altas exigencias que un bibliófilo puede tener. La composición e impresión tipográfica, fundida a plomo en una vieja máquina linotipo de 1924, respeta siempre las proporciones de los textos. Los márgenes blancos son generosos, haciendo la lectura descansada, dándole el aire necesario para apreciar la trama de lo narrado en el cuento o el poema. La diagramación de las plaquetas es precisa, respetando las proporciones entre tipografía, márgenes e ilustración. Nunca veremos en sus libros un exceso de grabados —lo que convertiría al libro de bibliófilo en un libro de estampas— sino una integración sutil y delicada con la edición. La elección de la tipografía es llevada a cabo con la experiencia del maestro tipógrafo que elige de acuerdo a la extensión de los textos y a la ilustración. La selección del papel, otra pieza clave del proceso que en este taller se cumple rigurosamente, responde al criterio estético necesario para la edición mediante la utilización de papeles artesanales e importados.

Lapolla, a quien no le gustaba hablar de diseño, fue quien pensó y diagramó todas las ediciones que imprimió. En algunos casos la resolución del diseño de sus libros es clásica pero en otras ocasiones encontramos una serie de innovaciones que le valieron un reconocimiento a escala internacional.

Destacaré solo dos libros que por su belleza deben ser reseñados brevemente. El primero es Misas herejes y La canción del barrio de Evaristo Carriego, publicado en 1992, pero que tuvo su inicio en una serie de aguafuertes que Aída Carballo grabó en 1964 para ilustrar la edición. El proyecto había quedado inconcluso hasta que Lapolla y Palui decidieron terminarlo, convocando a la grabadora Mirta Ripoll que realizó el tiraje de las estampas de Carballo y completó las ilustraciones. La edición, de gran formato (29,5 x 41 cm), fue compuesta a mano en tipografía Erasmus cuerpo 20 en una tirada limitada a diecisiete ejemplares y adornada con letras capitales coloreadas a mano.

La disposición de los grabados y la fuerza de los colores de las imágenes alcanzan una integración particularmente armónica. Es un libro de bibliófilo pero que, por su formato, ilustraciones e impresión sobresale por sobre las ediciones clásicas del taller.

Por último, hay que señalar un libro único en todas sus características. A lo largo de su trayectoria, Lapolla imprimió más de ocho ediciones de bibliófilo de Jorge Luis Borges. Incluso algunas con textos inéditos como La memoria de Shakespeare (1982) o la “Milonga del infiel” incluida en Milongas (1983). Pero su obra borgesiana más importante es El Aleph (1999) que tardó más de trece años en realizar. Este libro está completamente ilustrado por Gabriela Aberastury con grabados, aguafuertes, mezzotintas y otras técnicas originales; todas sus páginas difieren en cada ejemplar tanto en la ilustración como en la impresión. Lapolla compuso varias veces los cuentos en tipografía para adaptarse a las imágenes de la artista y así poder imprimir sobre ellas en diferentes colores de tintas, que incluyen hasta el plateado y el dorado. La edición —junto a su Alice in Wonderland de Lewis Carrol, ilustrado por Alicia Scavino— es de los mejores libros de su taller, mundialmente reconocidos.